lunes, marzo 20, 2006

Huracán...


Una noche un amigo me pidió que no fuera nunca huracán... difícil, no he tenido nunca fuerza para eso... Aunque me recordó que los huracanes son la acumulación de viento, así que dependiendo de cómo me pillarán, podría llegar a serlo... Así empezó una conversación que se transformó en un cuento compartido...

Umekabreada Isozaki!!! El más terrible huracán de todos los tiempos ha azotado Rumania desolando a toda la población... el más devastador. Miles de rumanos abandonaron sus hogares buscando asilo en Hungría, Polonia e Italia.

Solo una persona puede detener este huracán, y allí se encontraba luchando a capa y espada contra él... El Coronel T. Jefe de las fuerzas de paz del medio Este. Blandiendo una simple rosa en la mano derecha y una postal en la otra, se dirige hacia el huracán.

Pero el huracán Umekabreada se resiste, tumbando árboles y muros, castillos, abriendo la Tierra ante los pies del coronel. Él con el rostro desencajado, nunca había visto tanta destrucción, ni un poder tan destructor... pero tiene una idea... Decide cantar, una canción sobre el mundo.

“Déjame llevarte de viaje,
alrededor del mundo y vuelta.
Y no tendrás que moverte,
sólo sentarte quieta”

Ante semejante letra, el huracán, que no quiere escuchar, no puede evitar sentirse invadido por las notas. El coronel sigue entonando la cancioncilla. El huracán se sienta, y con la misma furia en los ojos, le escucha. Aún rondando alrededor del coronel... quiere destruirlo todo, destruir el mundo... sin conseguir acercarse al coronel, gira y gira mientras escucha la canción.

Paso a paso el coronel se acerca. Suelta la rosa y la postal y le muestra las manos desnudas. Se vislumbra un atisbo de duda en la mirada del huracán. El coronel solo dice dos palabras, apenas audibles con el estruendo del la destrucción: “Camina conmigo”.

El huracán que jamás había recibido tal atención de ningún ser humano, puesto que siempre huyen al aparecer, se detiene, poco a poco de girar, hasta convertirse en una suave brisa alrededor del coronel. Allí espera, desconfiado huracán con nombre de mujer, no está seguro de que el coronel no vaya a atacarle.

El coronel abre los ojos, nunca antes había visto cuanta belleza se puede esconder tras tanta destrucción. Mueve los labios, como si fuera a decir algo, pero su garganta no articula sonido alguno. El coronel no puede más que llorar. Una lágrima cae por su mejilla, terminando por suicidarse en su barbilla, y tras ella, otra cuantas.

El huracán se sorprende, porqué llora?, que puede hacer ahora?... El coronel no atacará. Así que convierte en brisa suave, lo rodea con sus brazos invisibles, se vuelve cálida, le acaricia la mejilla, lo envuelve... solo quiere dejar de destruir, solo quiere que el coronel la mire, y contemple que también puede ser juguetona con las ramas de los árboles, crear bonitos remolinos con ellas...

El coronel se arranca los galones de guerra, las condecoraciones que con tanta muerte a ganado con el pasar de los años, los arroja lejos. Ella le hace una señal, él respira hondo. Lentamente ella entra en sus pulmones, con ese dulzura, con esa calidez. El coronel deja de respirar, ya no necesita oxigeno, ella se lo proporciona. A medida que pasan los minutos, se vuelve de un precioso color plata, se va volviendo transparente. Poco a poco desaparece su figura, y se convierte en viento. Un viento diferente al que él era antes, ahora es libre, es correspondido.

Es por eso que los días de tormenta, se pueden ver dos tifones juntos, que se arremolinan y juegan, y los días de calma, a cada brisa cálida, la sigue una fresca. Y es por ello que debemos recordar, que aunque seamos furia, siempre hay alguien que nos sabe calmar, o bien nos acompaña. El valor del cariño...

Frase de aquel día
“Nos ha quedado un cuento genial...” (Cierto)

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